20/3/08

Pessoa


El mundo es de quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo,
aunque tenga razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
seré siempre sólo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta,
y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña; ¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
la ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.


Fragmento de "Tabaquería", Pessoa

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